14.02.2019 |

Abriédose la brecha

En los últimos días la prensa se ha encargado de “darnos a conocer” un excelente proyecto de rehabilitación y restauración en el que el estudio Carquero Arquitectura interviene sobre el Castillo de Matrera en Villamartín (Cádiz).

Cuando la prensa generalista habla de arquitectura (en la mayoría de ocasiones), lo hace para ensalzar algún que otro proyecto megalómano del arquitecto estrella de turno, o para destrozar como en este caso, el buen trabajo, de un compañero anónimo.

La prensa enciende la mecha y las redes sociales hacen el resto.

Se trata de un gran proyecto de restauración, en el que de acuerdo con los cánones actuales de conservación del patrimonio, se consolidan y se ponen en valor las ruinas de un edificio casi derruido.

Como bien apuntaba @arquitectamos, puede que la brecha que separa a los arquitectos del “resto de la gente”, sea cada vez más grande…

Decía Rafael Moneo, en una de mis citas preferidas, que da gracias a la arquitectura por haberle permitido ver el mundo con sus ojos. Y eso es precisamente lo que ocurre en este y en decenas de casos similares.

Los arquitectos contemplamos el mundo a través de los ojos de la arquitectura. Unos ojos educados para verlo todo tamizado mediante un prisma en el que se mezcla nuestra formación, nuestra experiencia, nuestros sueños…

Los arquitectos somos una rara mezcla entre artistas, matemáticos, albañiles, sicólogos, economistas, sociólogos, humanistas, soñadores y locos de remate. Ese compendio, convierte la arquitectura más que en una profesión, en una pasión, en una actitud ante la vida, en una forma de entender el mundo.

En el otro lado están “los demás”. Los que no miran la vida desde nuestro punto de vista, los que tienen otras sensibilidades, otras maneras de entender y de expresar y que en la mayoría de los casos, son los que nos pagan.

Cada día la brecha entre ambos lados está más abierta, pero al mismo tiempo estamos condenados a entendernos.

La única solución que se me ocurre es formar e informar. Los arquitectos tenemos que aprender de otros que ya han dado ese paso y dar a conocer nuestro trabajo, explicar nuestros proyectos, hacer partícipes al resto de la humanidad de esa pasión que nos embaucó el primer día que pusimos un pie en la Escuela (a algunos algo más tarde…) y que hemos convertido en nuestra forma de vida.

¿En quién estoy pensando…? En los cocineros.

En los últimos años han sabido transmitir la pasión por su trabajo; han impulsado una profesión denostada y han adquirido categoría de creadores, de artistas; han explicado lo que hacen, de forma que todo el mundo lo entienda y han hecho despertar en cada uno el gusanillo por los fogones. Probablemente los Arzak, Arguiñano, Adriá… sean a la cocina lo que nuestros Ghery, Calatrava, Hadid… a la arquitectura, pero han conseguido que todos los mortalitos de a pie quieran aprender, formarse y ser protagonistas en el arte culinario.

Arquitectos estrella a parte, ese es nuestro trabajo. Hacer un esfuerzo en el campo de la divulgación y la transmisión de la arquitectura, usando las herramientas que las nuevas tecnologías nos ponen a mano.

Ya vamos tarde.

Pero claro, después de todo el trabajo, después de todo el empeño llegan los diarios “serios”, y como en el caso con el que he comenzado este relato, con una desinformación sensacionalista y barata, te lo echan todo por tierra.

¿Y qué nos queda? Pues volver a empezar…

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