La Ermita de Santa Catalina era una de las edificaciones más antiguas de Puente Genil. Una humilde Ermita que dependía de la Parroquia matriz de la Purificación, pero que dio un gran servicio a un barrio como el de las Cantarerías en las épocas más duras y difíciles de la localidad, cuando la peste asolaba la población e hizo de iglesia, hospital y cementerio.
Un edificio del que tenemos poca información gráfica, a excepción de algunas fotografías, pero que si fue bien detallado en los “Apuntes Históricos de la Villa de Puente Genil”, por Antonio Aguilar y Cano y Agustín Pérez de Siles.
Atendiendo a los libros de historia, a los relatos del Cronista de la Villa, al material gráfico, a las planimetrías de la zona y a los recuerdos de los vecinos que la vieron en pie, hemos podido hacer una secuencia histórica de la ermita y levantar una planimetría de la misma.
Desconocemos su datación exacta, aunque ya aparece en las actas más antiguas de la historia de Puente Genil
La Iglesia estaba formada por una pequeña nave abovedada y terminaba en una cúpula esférica de pequeñas dimensiones.
El espacio comprendido debajo de la cúpula formaba el presbiterio, ocupando el frente el altar mayor, con retablo de madera.
El edificio fue sufriendo diferentes reformas y modificaciones a lo largo de su vida, aunque nunca con la rotundidad que necesitaba.
La falta de concepción de protección del patrimonio histórico, que llegó a ser hiriente durante algunas décadas del siglo XX, y la necesidad de la Iglesia de deshacerse de algunas de sus propiedades (difíciles de mantener), provocó que la ermita se abandonara durante muchos años a su suerte hasta que finalmente, terminara por ser demolida a principios de la década de los 70.
Con su desaparición, no solo perdimos uno de los edificios más antiguos de nuestra ciudad, sino también, un símbolo de un barrio y un patrimonio artístico que la ermita contenía, que en el mejor de los casos, se dispersó por otras parroquias.
En su lugar, nos quedó una pequeña plaza, bien conservada pero que en ningún caso era capaz de dotar al barrio de la rotundidad, la armonía y la riqueza espacial que confería la Ermita, que se levantaba como un hito reconocible desde tiempo inmemorial.
La idea que propuso nuestro estudio, inspirada en el Franklin Court de Filadelfia de los arquitectos Denise Scott Brown y Robert Venturi, era la recuperación del volumen de la Ermita, que entendíamos una solución atractiva, fácil de ejecutar y muy asequible.
Hemos levantado la volumetría general del edificio (conseguida después de un estudio histórico del antiguo edificio), a través de una estructura metálica ligera que espacialmente la vuelve a situar en su lugar, devolviéndole al histórico barrio de las Cantarerías la presencia de su elemento más importante a lo largo de los siglos.
Entendíamos que esta solución recuperaba la presencia de la desaparecida Ermita, minimizando en parte el grave agravio que su pérdida supuso a nuestra historia, a nuestro patrimonio y a nuestros descendientes.
La nueva Ermita ha de convertirse de otra vez, en centro focalizador del barrio, al mismo tiempo que su construcción, no interfiere en la función de la actual plaza, que puede seguir usándose por los vecinos, como venía haciéndose hasta la fecha.
Nuestro proyecto plantea básicamente la recuperación de la IDENTIDAD de un espacio tan emblemático como “La Barrera”, y se erige como una crítica a la pérdida de tantos edificios históricos que hoy no podemos disfrutar.
Paralela y conjuntamente, se proponen dos actuaciones a la ejecución del proyecto de recuperación volumétrica, como son la colocación en sus lugares originales (en la nueva ermita) de la campana y la imagen Mariana que se situaban en la espadaña.
La Virgen de los Reyes, una escultura que durante casi medio milenio ha formado parte del “vecindario” local y cuya devolución, entendemos, sería factible (ya se han comenzado los trámites).
La campana de la ermita, hoy en la aldea de El Palomar, recuperaría su lugar de origen, donde estuvo situada desde su fundición, en el año 1554.
A modo de resumen de nuestra intención, hacemos nuestras las palabras del historiador pontanés Javier Villafranca:
“…con la realización del proyecto, la plaza de la Mananta aumentaría significativamente la función para la que fue concebida; y es la de ser punto de reunión y encuentro de los vecinos. Bajo la ermita los mayores podrían mostrar a los más jóvenes cómo estaba ésta distribuida, albergar encuentros y actividades, revitalizar un espacio de convivencia infrautilizado, servir de referencia a los turistas y viajeros que nos visiten, trasladándoles la especial sensibilidad de Puente Genil hacia su cultura, Historia y patrimonio”.
Para saber un poco más sobre esta desaparecida ermita, os dejamos un enlace en el que el historiador Javier Villafranca nos habla sobre ella. Pincha AQUÍ.
Descarga panel resumen del proyecto: panel resumen.