Todos somos conscientes de la importancia que los árboles tienen en la salud del planeta y por ende en la de todos nosotros. Nos escandalizamos cuando vemos la deforestación de pulmones como el Amazonas o cuando en verano los temibles incendios devoran nuestros bosques.

La web TreePeople publicó hace tiempo los “22 beneficios principales de los árboles”, entre los que podemos encontrar que combaten el cambio climático, limpian el aire, refrescan las calles y la ciudad, generan oportunidades económicas, ahorran agua…

Pues bien, si somos conscientes de que los árboles, son absolutamente  necesarios, ¿Por qué diseñamos ciudades sin árboles?

El urbanismo, disciplina encargada del diseño de las ciudades, en la mayoría de los casos se olvida de los árboles como infraestructura urbana. El arbolado debería ser uno de los elementos estructuradores del urbanismo municipal, y erigirse como la base del diseño urbano. Por el contrario, los árboles hoy en día se colocan como si fueran mobiliario urbano, situándose en los espacios sobrantes (cuando es que se colocan) de la misma forma que los bancos o las papeleras.

En los últimos años, tendencias arquitectónicas y de diseño han hecho proliferar las plazas duras en lugar de los parques, prevaleciendo el hormigón en lugar de la masa vegetal. Esto va en contra no solo de la belleza de las ciudades, sino también, y mucho más preocupante de nuestra salud.

Plantar árboles es una manera de embellecer las ciudades, de naturalizarlas, de humanizarlas, pero sobre todo, es una manera de mejorar la vida de las personas. De mejorar su salud, de limpiar el aire, de bajar la temperatura de las ciudades.

Tal y como podemos leer en un interesante artículo de la web EcoInventos, “Las ciudades deben pensar en los árboles como una infraestructura de salud pública”. Una afirmación igual de certera que de olvidada.

Los Planes Generales de Ordenación Urbanística, que son los documentos que diseñan el crecimiento de las ciudades, deberían tener como principal premisa, en el punto uno de sus intenciones, a forestación de las ciudades.

Sin ir más lejos, en Puente Genil, tenemos un absoluto déficit de masa arbórea. Un arbolado que como hemos dicho, se coloca de forma anecdótica, sin un plan establecido y entendiendo lo árboles como mobiliario urbano.

Se hace completamente necesario, estudiar detenidamente la ciudad y confeccionar un Plan General de Arbolado de Puente Genil. Un documento que analice las necesidades y proponga respuestas concretas, configurando un plan de etapas con un presupuesto concreto (que podrá pedirse luego a las diferentes administraciones).

Vías recientemente intervenidas, como la Cuesta del Molino, Calle La Rambla, Calle Montalbán, PI Huerto del Francés, o Av. De la Estación, por poner algunos ejemplos; carecen absolutamente de la más mínima arboleda, y en el mejor de los casos, se han repartido algunos árboles sin mucho mantenimiento posterior.

Podemos hacer la comparación en la Av. Manuel Reina, que desde el “Tropezón” hasta San José cuenta con unos árboles bien situados, con la escala correcta y que actúan como regulador térmico, dando sombra en verano, reduciendo la temperatura de la vía y generando oxígeno que combate la contaminación. Desde San José hasta el Romeral, esos árboles se convierten en pequeños naranjos, elementos anecdóticos que no cumplen ninguna de las funciones que deberían cumplir.

 

Está claro que esta inversión tiene un coste. Un coste en diseño, en plantación y sobre todo un coste en mantenimiento. Pero el rédito que se conseguirá con ella, será en forma de salud, de combate del cambio climático y de mejora de la vida de los pontaneses.

Para ello, necesitamos unos políticos con miras a futuro, porque se trata de una inversión a medio plazo, que seguramente no se podrá rentabilizar en votos en las próximas elecciones (ni en las siguientes…). ¿Pero no es eso lo que les pedimos a nuestros gobernantes? Altura de miras señores. Creemos un Puente Genil verde, que sea la envidia y el espejo en el que mirarse. Invirtamos en salud.

No dejemos pasar más el tiempo. Pongámonos manos a la obra.

Estudiemos las necesidades concretas de cada espacio urbano y demos una respuesta que el día de mañana, puedan agradecer nuestros hijos y disfrutar nuestros nietos. Dejemos de ver la lucha contra el cambio climático como algo que tienen que solucionar los políticos en las grandes esferas internacionales, y empecemos poniendo nuestro granito de arena en el ámbito local.

Todavía estamos a tiempo, mañana será tarde.

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