Hoy he tenido la gran suerte de compartir una jornada con Julián Sobrino, uno de los mayores conocedores del patrimonio industrial andaluz, y me siento a escribir estas letras todavía emocionado por el día vivido con él y otros tres amigos, locos también de la arquitectura y la historia.

 

Un Julián que desembarcaba en Puente Genil, gracias nuestro cicerone particular, Julio Migueles Cosano, directivo del Casino Pontanés.

La institución pontanesa, dentro de la serie de actos culturales que nos regala en su programación anual, ha querido contar con Sobrino para una jornada sobre Patrimonio Industrial, celebrándose hoy la toma de contacto inicial.

 

Y las expectativas han sido superadas con creces. No sólo porque Julián, Doctor en Historia del Arte y Profesor Titular (jubilado) de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Sevilla sea (como he dicho) un experto en patrimonio industrial; no sólo porque es un especialista en Historia de la Arquitectura y en Sistemas de Interpretación del Patrimonio; no sólo por su cercanía, afabilidad y cariño; sino más bien por la PASIÓN que transmite por lo que hace, y por su capacidad de contagiarte y hacerte partícipe de ella.

 

Atrapado por este espíritu que Julián Sobrino insufla y al mismo tiempo absorto en la cátedra que te da con cada frase que sale de su boca, casi con la vergüenza propia de un estudiante de primer año de carrera, he ido anotando ideas que por nada del mundo hubiera querido dejar escapar. Y es ahora, recién llegado de dejarlo en la estación del AVE, cuando me siento delante del teclado para intentar ordenarlas en un discurso más o menos hilado, que recoja a modo de “apuntes de clase”, todo lo aprendido durante la jornada de hoy.

 

Porque Puente Genil, mi pueblo, el lugar en el que nací, en el que trabajo y en el que ejerzo mi profesión de arquitecto, es cuna de un Patrimonio Industrial con mayúsculas. Un desarrollo industrial, resultado de la combinación de una serie de factores dados por el terreno, como el río y la situación geográfica; una cultura agrícola desarrollada durante siglos ligada al olivo, la carne de membrillo y el vino; y finalmente a la conjunción en el espacio tiempo de la segunda mitad del XIX y principios del XX de unos prohombres que supieron rentabilizar y poner en valor todo lo anterior, para construir un entramado industrial cuyos vestigios patrimoniales, culturales y sociales han llegado hasta nuestros días.

 

Y es que Julián, en su forma de entender la historia y haciendo suya la afirmación del político inglés Harold MacMillan, “Deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá”, concibe el Patrimonio Industrial de Puente Genil, como una OPORTUNIDAD.

 

Una oportunidad para recuperar el orgullo de ese Puente Genil emprendedor. Para imbuirnos del espíritu de esos coetáneos del gran Lemoniez y recuperar (o establecer) la SEÑA DE IDENTIDAD que nos defina como pontaneses.

Esa identidad emprendedora e innovadora que hizo de nuestra ciudad, un espejo empresarial en el que mirarse y al que volver la vista cuando llegan los tiempos de tormenta para que, viendo el reflejo de nuestro pasado, ser capaces de construir el FUTURO.

 

Porque no se puede entender el patrimonio industrial como una suma de intervenciones puntuales, sino como una intervención arquitectónica, paisajística, histórica y social enclavada en todo un territorio.

En el caso de nuestro pueblo, Puente Genil es un TODO enclavado en un cruce de caminos, con el río como motor y el ingenio de nuestros antepasados como cimentación, que fue levantando cada una de sus partes, ligadas a la tierra (olivo, vid, membrillo) y catapultadas por la tecnología más innovadora (electricidad, equipamiento industrial y ferrocarril).

 

Ahí precisamente es donde el discurso de Julián se convierte en postulado: el patrimonio para el futuro. Porque Sobrino, lejos de la pasividad y la contemplación con la que siempre se ha entendido la historia, interpreta nuestro patrimonio industrial como un RECURSO ACTIVO. Y aquí aparece la figura de Manolo Delgado Torres, otro de los comensales de hoy, gran experto en la materia, con la experiencia suficiente a sus espaldas como para que su ingenio y sus ideas se conviertan en proyectos innovadores de patrimonio para Puente Genil.

 

¿Y cómo materializar y poner en práctica todas estas ideas?

 

A través de un PLAN DE PATRIMOMIO.

 

Volvemos al concepto de intervención en el TODO, para establecer un plan estratégico que nos permita de forma quirúrgica ir actuando en cada uno de los elementos unitarios, siguiendo un esquema establecido y con una idea general que vertebre todo el proyecto patrimonial de ciudad, de territorio.

 

Y la clave de bóveda del proyecto de intervención en Puente Genil, no puede ser otra que La Alianza y el río. Debe ser el elemento del que partan todos los demás, convirtiéndose no sólo en un modelo de intervención arquitectónica, sino en un verdadero LABORATORIO DE PATRIMONIO en el que experimentar, para establecer la visión de recuperación integral de nuestro patrimonio industrial.

 

Basada en la revolución 4.0., la revolución del conocimiento.

 

Aplicando dicho conocimiento para adecuar los USOS, tan importantes en la rehabilitación y restauración de edificios. El uso es el alma de la arquitectura, es lo que confiere a la construcción su razón de ser y al que van destinados todos los esfuerzos de la intervención.

No se puede entender un proyecto de intervención o recuperación del patrimonio sin tener claro previamente, el uso final al que irá destinado dicho elemento patrimonial.

 

Y es en este momento es donde el político, también sentado hoy a la mesa en la figura de Javier Villafranca Muñoz (Primer Teniente de Alcalde y Concejal de Desarrollo Económico), se convierte en un agente esencial, actuando a modo de promotor, estableciendo el camino a seguir y marcando las metas.

Necesitamos políticos con un perfil técnico, conocedores y con experiencia en el campo de la arquitectura y el patrimonio; al mismo tiempo que poseedores de una visión innovadora a medio y largo plazo. Porque los proyectos que verdaderamente son importantes, aquellos que dejan huella para las generaciones venideras, son los que no se pueden rentabilizar electoralmente en las siguientes elecciones.

 

Y finalmente, usemos el patrimonio como trampolín. Como impulsor de todo un crecimiento económico y social en torno a él. Porque como hemos dicho anteriormente, el patrimonio industrial en Puente Genil ha de ser una OPORTUNIDAD.

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