Mucho se habla de Twitter haciendo ver el odio, la podredumbre moral y la falta de educación que se exhibe constantemente en cada comentario. Probablemente sea la red social más criticada en ese aspecto y seguro que en ocasiones no falta razón, aunque mi experiencia ha sido muy diferente. Completamente diferente.

Llegué a Twitter buscando informarme, aprender y hablar sobre mi profesión, que al mismo tiempo es mi pasión y forma de vida (sí, suena a tópico pero es así). Y sin duda encontré lo que buscaba, y mucho más.

 

Cuando estás en la escuela de arquitectura, vives inmerso en entregas, proyectos, viajes y un sinfín de quehaceres relacionados con la carrera que te hacen vivir por y para la arquitectura. Comentas los últimos concursos, compras las últimas publicaciones, visitas los edificios que has estudiado, asistes a conferencias, exposiciones, etc. Vives inmerso en ese apasionante mundo que además compartes con tus futuros colegas. Al finalizar la carrera y empezar a ejercer la profesión, y más si dejas Madrid para vivir en un pueblo de Córdoba, esa vivencia romántica del estudiante desaparece. De la noche a la mañana te ves inmerso en un mundo diferente, lleno de arquitectura sí, pero de otra manera a la que estabas acostumbrado. Las exposiciones y conferencias se cambian por reuniones con clientes y técnicos municipales; las visitas a edificios icónicos se convierten en visitas de obra; las charlas sobre concursos, proyectos y arquitectos estrella desaparecen por completo y las entregas, las entregas siguen siendo parecidas (todo para última hora).

 

Y entre problema y solución, entre reunión y visita de obra, echas de menos esas charlas universitarias de madrugada, con más de media docena de cafés encima, ploteando la entrega del día siguiente en el Work Center de Alberto Aguilera. Criticando la obra de alguno de tus profesores de proyectos, descargándote la última versión (para estudiantes… 😉) del software de moda o simplemente haciendo hora para que abra SANCER y comprar esa madera de balsa que te falta para terminar la maqueta que Beatriz Matos, sin duda, te romperá y cambiará en la próxima corrección.

 

Pasas de vivir 24 horas al día de arquitectura con futuros arquitectos, a la nada más absoluta.

 

¿Y dónde poder recuperar algo de eso…? Yo lo hice en Twitter.

 

En Twitter encontré un magnífico foro sobre arquitectura, arqueología, patrimonio, arte, tecnología, viajes…; un lugar donde seguir aprendiendo, donde estar al día; un sitio en el que tienes línea directa con compañeros, escritores, divulgadores, profesores; un auditorio en el que, ¿por qué no?, compartir proyectos, reflexiones y debatir, sobre todo debatir.

 

Únicamente hay que seguir a las personas adecuadas.

 

Y como en todos los ámbitos de la vida, en Twitter también encuentras referentes. Tuiteros que dedican su tiempo a la divulgación de la arquitectura, y no sólo en esta red social. Tuiteros que saltan de tu TL a los mejores programas de radio a nivel nacional, que escriben en las páginas de los diarios más importantes, que dirigen blogs de referencia en el mundillo o que son comisarios de exposiciones y eventos culturales de primer orden. Y todos ellos escriben libros.

 

No sé realmente si son tuiteros que han escrito libros o escritores que tuitean, y realmente importa poco, lo que si tengo claro es que a todos los he conocido a través de la red social del pajarito (bueno, ahora de la X), y que ya no sólo disfruto de ellos online, sino que además, me los llevo en la maleta de viaje, me esperan a la salida de la piscina, los tengo en la mesilla de noche y los guardo con cariño en mi estantería. Se han convertido en mis escritores de cabecera, y aún a riesgo de dejarme a muchos atrás, personalizo en estos seis monstruos de la comunicación, a todos aquellos que gracias a Twitter, me siguen transmitiendo el amor y la pasión por esta profesión, a la que llegué por casualidad, y que como dije al principio se ha convertido en un modo de vida.

 

Pedro Torrijos (@Pedro_Torrijos), José Ramón Hernández (@arquitectamos), David García-Asenjo (@dgllana), Luis Lope de Toledo (@lopedetoledo), Santiago de Molina (@santidemolina) y Miguel Ángel Cajigal (@elbarroquista).

 

Gracias a todos ellos.

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