12.02.2018 |

Derecho al pataleo

Desempolvo mi blog, reconozco que lo tenía un poco abandonado, para ejercer mi derecho al pataleo.

Ya puestos a reconocer, reconozco también que todos los arquitectos, alguna vez, nos hemos “inspirado” en algún edificio fetiche, a la hora de ponernos a proyectar. Seguramente en nuestras obras, se puedan interpretar los trazos de los grandes maestros (en una edición burda…); se puedan reconocer partes de esos edificios que siempre hubiéramos querido parir nosotros; se puedan apreciar las influencias que todo artista (sí, los arquitectos también somos artistas) vamos acumulando a lo largo de nuestra vida.

Bueno, todo esto tan bonito es una forma de decir, que alguna vez hemos, como nos gusta decir, “homenajeado” a alguien haciendo nuestra una idea, un planteamiento o una forma de usar y combinar los materiales.

Pero mira tú por dónde, se me ha presentado la papeleta de que me usurpen una obra arquitectónica. ¿Usurpen…? Sí, que alguien (uno que dice llamarse colega), ha cogido un proyecto mío, le ha cambiado el peinado y lo firma como suyo… y lo peor de todo, lo cobra como suyo.

En un primer momento no sabes si sentirte halagado, no en vano y como dijo Caleb Colton, “La imitación es la forma más sincera de la adulación”. Pero en un segundo momento (y en un tercero, y en un cuarto…), el ceño se te frunce, y piensas que otro se está llevando TU dinero, y no porque sea mejor que tú, sino porque ha firmado algo tuyo y encima lo cobra más barato.

Lo bueno es que uno tiene pruebas de la autoría, y de la fecha de la creación, cosa que me tranquiliza. Lo malo, que cuando acudes al Colegio, se mojan poco, y empiezas a entender que el camino a recorrer puede ser largo y tedioso (pero no dudéis que lo ando, hombre que si lo ando…).

Ahora lo único que sueño, es que una llamada telefónica, deshaga el malentendido y ponga las cosas (y a los autores) en su sitio.

Está claro que en esta profesión nuestra, tan apasionante y bella, los codazos entre compañeros están más al día que en un Sevilla-Betis, y que las entradas, duelen más que las que van al tobillo.

Bueno, a ver qué pasa.

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