7.11.2017 |

La Alianza

Junto al río Genil, en el casco histórico de Puente Genil, podemos encontrar quizás el complejo arquitectónico más interesante de nuestra localidad. Un conjunto de edificaciones, joya del patrimonio industrial pontanés, donde destaca el edificio conocido como “La Alianza”.

Este edificio, fue construido en el año 1878 como fabrica de harinas, por el ingeniero francés Leopoldo Lemoniez, probablemente por encargo de la familia Reina. Años más tarde, en 1889 fue destinado a la producción eléctrica, estrechamente ligada al río. Es una construcción realizada en ladrillo macizo de las cerámicas pontanenses, y las numerosas ventanas con las que cuenta, aparecen enmarcadas con piedra blanca de Sierra Gorda.

Se trata, como hemos dicho, una de las edificaciones más importantes de la arquitectura local, no sólo por su historia y por el autor del proyecto, sino por el buen estado de conservación en el que ha llegado hasta nuestros días.

El conjunto, se completa con otras cinco edificaciones anexas, de menor calidad arquitectónica, pero que unidas forman un excelente complejo industrial e histórico y generan unos impresionantes espacios. Si a todo ello le sumamos su envidiable enclave, construido sobre las antiguas aceñas y situado a orillas del río Genil, tenemos como resultado el conjunto de arquitectura industrial más importante de la zona.

El edificio perteneció a la familia Lobera, y no hace mucho, el Ayuntamiento de Puente Genil se encargó, por medio de permutas, de quedárselo en propiedad, hecho que desde aquí aplaudo especialmente.

Temiendo por su estado de conservación, se ha invertido en la reparación de la cubierta, renovándola por completo y asegurando de esta manera la supervivencia de La Alianza por muchos años; así como en la eliminación de alguna que otra edificación de baja calidad, de construcción mucho más moderna. Recientemente, se han acometido obras de urbanización de los espacios exteriores del complejo, creando una plaza a orillas del Genil y convirtiéndola en uno de los lugares con más encanto de nuestro pueblo.

Ahora bien, nos encontramos ante un impresionante complejo arquitectónico e histórico, pero vacío.

Creo que un edificio sin uso es un edificio sin alma, pues no desarrolla la finalidad última para la que fue construido; los edificios se componen de estética y funcionalidad, y  si les arrancamos esta segunda parte, se quedan mutilados, inertes, banales, se convierten en simples esculturas urbanas…

Nos encontramos ante un gran legado histórico, que por suerte ha llegado a nuestras manos en buen estado, pero que somos, por unas razones o por otras, incapaces de dotar de uso, de dotar de alma.

Esta propiedad municipal, debería ser puesta en valor urgentemente, para introducirla en el día a día de un pueblo como el nuestro, que precisamente no se caracteriza por contar con espacios como el que tenemos entre manos.

Cierto es, que nos encontramos en un momento donde la reforma y rehabilitación del complejo de La Alianza, son un problema secundario o terciario por la situación económica; pero igual de cierto es también, que existen cientos de soluciones que se pueden plantear, compartiendo iniciativas público-privadas, para que los más de cien años de historia que estas edificaciones llevan a sus espaldas, no sigan en el olvido.

Su cercanía con el Ayuntamiento y la zona administrativa local, su situación a orillas del Genil, el aparcamiento construido a sus pies y sus amplias y casi diáfanas plantas, hacen del edificio de la Alianza y del conjunto de edificaciones anexas un lugar envidiable para instalar cualquier tipo de negocio, administración o equipamiento. Es más, lo ideal sería una mezcla de diferentes usos, que permita tenerlo vivo en cualquier momento del día o del año y que lo dote de la riqueza funcional de la que ahora carece.

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