La historia de las ciudades, está estrechamente ligada a la toponimia de sus calles. Estos nombres, a lo largo del tiempo han ido siendo reflejo de las características socio políticas del momento, a la vez que han ayudado a construir la historia del lugar.

Al igual que las ciudades, los nombres de las calles van cambiando a lo largo del tiempo, siendo fieles a una evolución urbanística y arquitectónica, pero sobre todo antropológica y social.

Los cascos antiguos de las ciudades, son hoy en día los oasis de personalidad e idiosincrasia, dentro del desierto urbano homogéneo que forman las ciudades. Esa singularidad, que podemos comprobar fácilmente en la arquitectura o el urbanismo, se hace extensiva también a la toponimia de sus calles.  

Los nombres históricos de las calles de cualquier ciudad, y por ende Puente Genil, son patrimonio inmaterial y deberían estar protegidos. Nombres que vienen dotando de personalidad propia a las calles de nuestro casco antiguo desde hace siglos, y que forman ya parte de nuestra idiosincrasia a la vez que del ideario colectivo pontanés.

Calles que han permanecido impertérritas tras guerras, riadas y dictaduras, y que ahora, en la época de la conciencia del patrimonio y de la protección a la herencia de nuestros mayores, deberían estar a salvo para poder ofrecérselas como legado a nuestros hijos.

Hay nombres de vías, que están grabadas a fuego en el acervo popular, aunque por una u otra causa, en el rótulo de la calle ya no figure ese nombre histórico. Sin ir más lejos, la Calle de la Plaza no se llama así desde 1894, cuando se denominó Don Gonzalo. Antes se llamó Alcolea, pero al igual que ocurre ahora el pueblo siempre la ha llamado “de la Plaza”, porque es el nombre inscrito por sus mayores en el corazón de sus hijos. Lo mismo ocurrió con la Calle Cádiz, hoy Contralmirante Delgado Parejo, a la que todos seguimos llamando Ancha, o la Calle Lemoniez, que muchos la siguen denominado Gradillas (o calle emporlá), como la conocieron nuestros tatarabuelos.

La evolución y el desarrollo de las ciudades, luce en forma de nombres en las placas que dotan de identidad a sus calles desde tiempo inmemorial, y la historia no nos perdonaría que fuéramos nosotros los que, después de siglos, no estemos a la altura, y no seamos capaces de defender tal patrimonio. En nuestro pueblo, existen decenas de calles que llevan nombrándose igual desde hace siglos, y ya los abuelos de nuestros abuelos las conocían como tales en los siglos XVIII y XIX, existiendo algunas incluso más antiguas, ya que su origen se pierde en el tiempo.

Es nuestro deber como sociedad, pero sobre todo el deber de nuestros mandatarios políticos, sentar las bases de una ordenanza que regule el nombramiento de las nuevas calles y que, sobre todo, proteja aquellos nombres que son patrimonio de Puente Genil y que ya Aguilar y Cano y Agustín Pérez de Siles, reseñaban en sus Apuntes Históricos de la Villa de Puente Genil en el año 1874.

Estemos a la altura.

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